Dentro de los comentarios en varios círculos eclesiásticos está la reiterada posición del temor a las discusiones del Sínodo de los obispos, de los años 2023 y 2024.
Sí los sínodos convocados por el papa Francisco, en este tiempo, han levantado un gran interés mediático, esta vez, las voces que han sonado vienen de adentro; los mismos católicos son los que opinan al respecto.
No es una invención ni una elucubración, el papa Francisco en la conferencia de prensa del vuelo de regreso de Mongolia a Roma lo indicó:
“Hace unos meses llamé a una Carmelita: “¿Cómo están las monjas, madre superiora?”, le dije a la Priora que me contestó. Y al final me dice – una carmelita no italiana –: “Santidad, tenemos miedo con el Sínodo”. “¿pero, qué paso? ¿quieren enviar una monja al Sínodo?”, le dije bromeando. Ella dice: “No, tenemos miedo de que nos cambien la doctrina”. Eso es lo que dice ella; existe esta idea”, contó el pontífice.
Anecdótico o no, la dudas y el temor están, y parece que el asunto puede tener varias razones. Incluso reconociendo que no son “malos católicos” los que dudan, al menos en el ejemplo del papa son unas hermanas religiosas del Carmelo.
¿De dónde surgen los miedos?
La primera razón pueden ser las sobre expectativas del encuentro sinodal, lo cual, es muestra de un desconocimiento de la misma realidad eclesial. Los sínodos son un órgano consultivo, no deliberativo para la toma de decisiones. Son para la escucha, la consulta, ofrecer consejos y ahora para el discernimiento, pero las decisiones siguen estando en manos del papa, y en muchas cosas más de las que parece, en manos de la Curia.
Lo segundo, la narrativa de una vocería no institucionalizada sobre el sínodo, o mejor dicho, institucionalizada a medias. Ahora parece que sobran expertos sobre el tema y todos saben dar lecciones de sinodalidad.
De igual forma comentarios interpretativos no oficiales, que tiene un rasgo más ideológico; el mismo Francisco ha dicho que el sínodo no es ideológico, y de que si lo fuese, ya podría darse por concluido.
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